Keblinger

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Opiniones

| lunes, 8 de octubre de 2012
Creo que cambiaré el nombre de la sección reseñas a opiniones, porque no creo ser la persona más indicada para juzgar un libro del  uno al cinco suponiendo que cinco fuera cien años de soledad y aunque el libro que estoy reseñando me guste mucho no podré darle cinco estrellas simplemente porque los personajes no tienen personalidad o la trama es muy superficial, si por mi fuera le pondría cinco estrellas a todos los libros que leo porque todos tienen una belleza dentro de su contexto por muy profundo o superficial que sea. Y no digo que hacer reseñas esta mal, al contrario, admiro a toda aquella persona que es capaz de dejar sus conflictos internos a un lado y ver de manera objetiva un libro... yo simplemente no soy así ^^
De ahora en adelante solo pondré mi opinión personal sin asomo de objetividad o crítica profesional. 
Con esto no pretendo dar un prejuicio acerca del libro, así que si eres de esas personas que se dejan llevar por las reseñas recuerda que lo mio son OPINIONES y no te dejes llevar por lo que leas en esta página. Lee el libro en cuestión y create una opinión de el. Anda, aprecia cada libro y autor por lo que es y no lo trates de comparar hasta que lo hayas terminado y si quieres (y tienes la capacidad) de hacer una reseña hazlo, compáralo y dale una puntuación. 
Con esto les dejo unas palabras de mi escritor favorito Mario Benedetti:


Sobre Sencillez

La sencillez es una de las virtudes más complicadas de este viejo mundo. Cuando uno es sencillo (en su habla, en sus actos, incluso en su poesía) corre el incómodo riesgo de ser tomado por tonto, por babieca.
Hay críticos, por ejemplo, que son propensos a elogiar solamente a aquellos poetas misteriosos, cuyas obras son comprendidas por muy pocos.
Esos mismos críticos tampoco los entienden, claro, pero tienen cierta habilidad para cabalgar por fuera del misterio, haciendo de su ignorancia una forma inédita de discreción.
Si uno lee a Baldomero Fernández Moreno o a Antonio Machado, y capta la sabiduría de su sencillez, quisiera salir a abrazarlos, como si aún estuvieran ahí, con su pluma en ristre.
Cómo enseñan, cómo abren sin prejuicios las puertas de su vida y nos regalan las llaves para que abramos la nuestra.
Todo mandante, ya sea el mandamás como el mandamenos, se afana (sobre todo cuando afana) en no ser sencillo.
La dificultad es su muro de contención, su bastión, su blindaje.
En la sencillez, los hombres y mujeres se amparan, se comprenden, se alivian.
En la complejidad, en cambio, se ven con desconfianza y con rencores.
Cómo no tener en cuenta que la muerte es la cumbre de la sencillez

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